Terminó, por fin. Ya no se oyen bombas, los niños ya pueden dormir en paz y tener miedos típicos de niños. Un niño palestino se esconde bajo su cama para evitar el ruido de las explosiones, los sollozos de las madres que lo han perdido todo, los gritos de ira y venganza, mientras que cualquier niño del mundo teme a los monstruos inexistentes que habitan debajo de la cama o dentro de su armario.

Inexistentes, repito. ¿Es justo que un niño deba madurar a los seis años? ¿Es justo que vea la muerte siendo tan pequeño, que conozca el significado de muerte antes que el de vida? No lo es, pero es el día a día de cualquier niño palestino. No hemos vencido, la lucha seguirá hasta que el pueblo palestino sea libre. Solo nos dan un periodo de paz, un tiempo limitado de silencio, de recuperación, de reconstrucción de escuelas y hospitales. Pero siguen oprimiendo a un pueblo, y quizá se reduzcan los asesinatos y masacres, pero el ataque es permanente y nadie hace nada para evitarlo.

No bombardearán Gaza, pero insultarán a su gente, maltratarán a sus niños, humillarán a sus mujeres y detendrán a sus hombres, seguirán construyendo viviendas ilegales en territorio palestino, seguirán paseando por calles palestinas con sus botas, sus cascos, su uniforme y sus armas siempre a mano para defenderse de algún niño que les recrimine la ocupación ilegal de su país. Sí, aunque sea un niño sabe más de derechos y obligaciones, justicias e injusticias, esperanza y desesperanza que un adulto de otro país.

No hemos vencido, solo celebramos una pequeña victoria gracias a la lucha diaria, sin perder la fe ni la esperanza, porque si depende del resto del mundo no se llega a nada. Los palestinos han luchado solos y solos la han conseguido, todo el mérito es suyo, así que los señores con traje pueden irse a su casa y tirar sus resoluciones, tratados y demás a la basura.

Fuente: Yasmina El Ouati,