Movilizados por el pasado y el presente

25.03.2016 22:20
Testimonios de quienes marcharon a Plaza de Mayo a 40 años del golpe de Estado

La opinión compartida de los que participaron de la marcha fue que “el contexto social y político” planteado con la llegada de Mauricio Macri al Gobierno le dio un “toque especial” a la histórica movilización en defensa de los derechos humanos.

Por Ailín Bullentini
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Familias enteras, como la de Peggy, marcharon ayer a Plaza de Mayo.

Rivadavia y Entre Ríos. Sáenz Peña y Lima. El bar de las Madres. La boca de la estación Lima del Subte A. O la de Piedras. Hipólito Yrigoyen y 9 de Julio, “acá, en el medio de la senda peatonal, acá estoy, ¿me ves?”. La bandera de Hijos. La de la Correpi. Las siluetas de Actores. La fuente de la Plaza, “¿cómo que qué Plaza?, la de Mayo.” Los puntos de encuentro fueron muchos ayer, casi tantos como la inmensa masa de autoconvocados que confluyó con las columnas de organismos de derechos humanos, sindicales y de agrupaciones políticas kirchneristas y de izquierda, al microcentro porteño para homenajear caminando hacia Plaza de Mayo a los 30 mil desaparecidos, a los sobrevivientes y a los nietos robados por los genocidas de la última dictadura cívico-militar. Las cuatro décadas transcurridas desde aquel 24 de marzo de 1976, pero sobre todo “el contexto social y político” que atraviesa el país aportaron, según los participantes, un “toque especial” a la histórica marcha en defensa de los derechos humanos que, ayer, tuvo una de las ediciones más concurridas de la última década.

Pablo y Débora llegaron juntos desde Moreno. 36 y 31 años. Los dos enseñan Historia en diferentes escuelas del conurbano y coinciden en que si bien el tema está presente en las currículas a compartir con los estudiantes, “se deja mucho” a consideración de los maestros. “En las técnicas ni acto por el 24 hubo”, remarcó ella, que enseña en una y trabajó “los derechos humanos, la importancia de la memoria” puertas adentro del aula. En una de esas, Pablo supo qué había pasado “con el golpe”. Cursaba el último año del secundario de adultos. Corría 2002. Desde entonces, comenzó a interesarse hasta que conoció a Débora, con quien el tema se le hizo “casi” cotidiano. Ayer fue su primera marcha. Arrancaron desde el Congreso, manos entrelazadas. Encararon por Lima, sorteando espacios entre columnas embanderadas. Ella sonreía cuando él explicaba que decidió “venir” por “los 40 años” y “por el contexto social”. Para Débora, la de ayer también fue una “primera marcha”, pero sin su hija, con quien compartió la jornada “desde que era bebé”. “Vine hace dos semanas para ver a las Madres, a la Plaza. Pero estaba lleno de policías y camiones hidrantes y me resultó peligroso, violento. No la traje”. Siguieron por el asfalto, perdiéndose en el tumulto.

Luciana y Adrián prefirieron la vereda; ella con Micaela de una mano y Franco de la otra, ambos de 11; él, con la vista puesta en Santiago, el hijo mayor, de 13. Fue la segunda vez que la pareja decidió marchar en familia. “Les cuesta arrancar, pero les decimos que es importante estar para mantener la memoria, por la verdad y la justicia y en estos 40 fundamentalmente contra el colonialismo, contra Macri, Obama y las banderas de Estados Unidos flameando en la Plaza de Mayo”, apuntó Luciana. Adrián llevaba una carpeta bajo del brazo, con las notas que ayer publicó Página/12 de Taty Almeida y Hebe de Bonafini en la última entrega del suplemento especial por el aniversario del golpe “Memorias del Fuego”. El matrimonio contó que intentaron leerlas en familia a la mañana, sin poder vencer cierto aburrimiento en los chicos. Las imprimieron y las llevaron a la marcha “para ver si podíamos completarlas con la marcha como marco”. Les faltaba poco menos de un kilómetro para llegar a la plaza y, quizá, ni siquiera necesitaron sacar los textos de la carpeta para que los chicos entiendan la historia a través de las palabras: ahí estuvo frente a ellos. Hebe, que dio la vuelta a la pirámide; Taty fue una de las voces que leyó parte del documento de los organismos.

A Peggy y su clan quilmeño les faltaba poco para llegar a la travesía que, para las 16 de ayer, significaba cruzar la 9 de Julio con plan de seguir por Avenida de Mayo hacia la plaza. Acompañaba la camiseta de argentina con una sonrisa enorme. Paulina, una de sus hijas, la copió en vestimenta y gesto. Marchaban con el resto de la familia y un grupo amigo, porteño, integrado entre otros por Mili, la adolescente cumpleañera que hace unos años coincidió con la ex presidenta Cristina Fernández en La Habana y la conoció, luego de escribirle una carta. Peggy, Paulina, Mili y compañía suelen participar de las marchas, algo que “es necesario, aunque hayan pasado ya 40 años”, resaltó la quilmeña. “Tenemos que seguir insistiendo en que no podemos olvidar. Yo pienso en mis hijas y en lo importante que es que entiendan que olvidar es abrir la puerta a que nos sigan pasando cosas como el golpe o como lo que estamos viviendo ahora. Mucho de todo esto, de Macri y su ajuste, de Obama y su visita, es por haber perdido la memoria: por no actuar, por no participar, por no interiorizarse. Es responsabilidad nuestra. Acá no se trata de maltratar a Obama porque es de Estados Unidos. Se trata de no ser ingenuo. No se trata de ir a romperle la cabeza, ni de no permitirle el ingreso, sino de no agacharse y dejarse romper lo que no se debe. La culpa de todo eso es la ignorancia”.

Pasando la 9 de Julio, la Avenida de Mayo se torna impenetrable y su paralela hacia el sur, Hipólito Yrigoyen, se convierte en el carril rápido hacia la plaza. Silvia es una de sus usuarias. No se encontró con nadie, camina sola. El año pasado no participó, pero “la tristeza” que le provocaron los primeros 100 días de Cambiemos en el gobierno la empujaron de nuevo. El cuadragésimo aniversario hubiera sido “uno más de no haber sido Macri el presidente”, analizó, mientras alentaba el paso llegando a Perú. La multitud desborda a esa altura la vía de las columnas y entonces ya cada quien prueba acercarse como puede a la Plaza de Mayo. “Se está cortando algo que era importante para nosotros y que si bien quizás a diario no lo percibíamos, estaba. De a poco la gente iba entendiendo que la derecha sólo nos hace daño, hasta que la derecha llegó al gobierno”, continuó, ya sin poder caminar. Bolívar estaba copada. ¿Y ahora? “Y ahora estamos acá, en la Plaza”, se esperanzó Silvia.