Guillermo Almeyra
Las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) del 9 de
agosto de 2015 se caracterizaron por lo siguiente:
Votó menos gente que en elecciones anteriores (70 por ciento de los
inscriptos), hubieron más votos en blanco dada la similitud de las políticas de
los diferentes candidatos principales, todos conservadores, hubo más cortes
de boleta (votación por un partido, sufragando por otro y otros para puestos
de diputados, concejales). Sobre todo, el candidato con más votos, Daniel
Scioli, del oficialista Frente para la Victoria, con poco menos del 39 por
ciento, obtuvo tres millones y medio de votos que Cristina Fernández en
2011 lo cual indica su poco arrastre entre los sectores más pobres. Con
respecto al siguiente, el ultraconservador Mauricio Macri, también de origen
peronista, Scioli obtuvo una diferencia de 8,5 por ciento.
Ahora bien, para ser elegido presidente en la primera vuelta, debe tener el 40
por ciento de los votos o 10 por ciento más que el siguiente más votado,
requisito que no logró. Macri, por su parte, difícilmente pueda conseguir
desde hoy hasta octubre, fecha de las elecciones presidenciales, una votación
superior a la de Scioli, que en ese lapso reunirá sin duda votos de otros
candidatos peronistas sin perspectivas (y hasta de sectores de centroderecha
temerosos de la política derechista y aventurera de Macri).
Hay que destacar el hecho de que, como dijo José “Pepe” Mujica, todos los
posibles presidentes son de origen peronista y menemista y que el
electorado, en un 90 por ciento, escogió entre personajes con políticas
conservadoras, ligados en mayor o menor medida a los grandes industriales
y/o a los exportadores de soya y a Estados Unidos, con la excepción de la
liberal democrática Margarita Stolbizer, salida de la Unión Cívica Radical de
centro. Con la devaluación del yuan y la amenaza brasileña de salir del
Mercosur, muy afectado por la devaluación del real brasileño, la política de los candidatos derechistas a presidente conduce a un ajuste duro si las
luchas sociales no lo impiden.
El Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT), la única organización
anticapitalista y de izquierda presente en la elección presidencial, logró un 40
por ciento más de votos que en las PASO anteriores de 2011 aunque con
relación a las elecciones parlamentarias de 2013 haya perdido 700 mil votos,
cosa normal ya que, al contar poco más del 3,31 por ciento, no es una opción
presidencial –sobre todo con la actual polarización de los votos- pero sí
parlamentaria (de hecho, siempre obtiene muchos más votos para diputados
y concejales que para presidente).
El resultado favorable no oculta, sin embargo, que no se produjo el aluvión
de votos hacia el FIT de trabajadores peronistas que esperaban ilusoriamente
los dirigentes de los partidos integrantes del FIT pues muchos de esos
trabajadores, descontentos con respecto al gobierno, prefirieron votar con
un reflejo conservador para no saltar de la sartén a las brasas al permitir el
triunfo de Macri en el caso de no seguir votando PpV.
En las elecciones de octubre próximo el FIT sin duda aumentará algo su
caudal electoral con votos provenientes de sectores de izquierda y centro
izquierda que quedaron fuera de la contienda al no conseguir el 1,5 por
ciento de los votos establecido por la ley. El FIT, además, a diferencia de las
elecciones pasadas, está instalado ahora en prácticamente todas las
provincias, en algunas de ellas con resultados significativos, y es una fuerza
nacional que, si en octubre consigue un caudal de votos similar al del 9 de
agosto, le permitirá elegir nuevos diputados en la Capital Federal y otros
distritos claves.
Este resultado del FIT se dio a pesar de una lucha interna llena de calumnias e
injurias por ambos bandos que asqueó a muchos ex votantes críticos del FIT y
trabó su crecimiento electoral. Sobre todo, se logró a pesar de una campaña
lamentable y pobrísima, carente de propuestas. Los carteles del FIT
mostraban, por ejemplo, como todos los de los demás partidos, sólo las caras
de los candidatos como si éstos fueran productos comerciales y los spots electorales iban de dibujitos animados hasta cancioncitas de rock, sin una
sola declaración política ni propuesta para ninguno de los problemas
importantes que enfrentan el país y los trabajadores (fuera de que los
diferentes integrantes del FIT están contra el ajuste, que harán todos los
demás candidatos). La pelea sin principios entre el PTS, por un lado, y el PO e
Izquierda Socialista (que en este caso contó con el aporte de Pueblo en
Marcha, un grupo de izquierda radical independiente), por el otro, se saldó
con el triunfo del primero en la candidatura presidencial y la conquista por
los segundos de la mayoría en los distritos fundamentales, con excepción de
la provincia de Mendoza, baluarte del FIT. En cierta medida un empate en la
cantidad de distritos donde cada fuerza es mayoritaria con respecto a su
oponente del FIT, lo cual pesa sobre ambos sectarismos para mantener el
Frente so pena de quedar reducidos al 1,5 por ciento cada uno.
La victoria de la fórmula del PTS, Nicolás Del Caño-Myriam Bregman- sobre la
fórmula Altamira-Giordano, sacó del primer plano al líder del PO Altamira,
infaltable candidato a presidente desde 1983, en parte como resultado del
arraigo del PTS en Mendoza y en parte del posmodernismo que hace que ser
joven sea un atributo indispensable y, casi casi, una demostración de
capacidad (la presidente Cristina acaba de nombrar directora del Banco de la
Nación a la hija de 26 años del ministro de Defensa, sin experiencia bancaria
previa y con apenas cinco años de estudios superiores (licenciatura y
maestría en Economía).
Ahora está por verse si todo el FIT (PTS,PO, IS y aliados) trabaja realmente
para un éxito común en octubre y si el FIT lleva a cabo una política más
abierta de alianzas electorales con otros sectores de izquierda. En especial, si
eleva el nivel político de su campaña exclusivamente de denuncias,
ofreciendo ideas y soluciones que justifican su calificativo de izquierda y
socialista.